Los desvaríos del veraneo, de Goldoni por Venezia Teatro en el Fringe Madrid

En Nave 2 del Matadero Madrid durante el Fringe Madrid el 20 y 22 de julio.

 

 

Cartel.Desvarios

Dirección: José Gómez

Escenografía y vestuario: Sara Roma

Iluminación: Marta Cofrade

Intérpretes: Antonio Lafuente, Ana Mayo, Andrés Requejo, Macarena Sanz, Helena Lanza, Vicente León, Borja Luna, Kevin de la Rosa y Juanma Navas

El Fringe Madrid acogió ‘Los desvaríos del veraneo’, tercer montaje de la compañía Venezia Teatro, una actualización de la primera parte de la ‘Trilogía del veraneo’ de Carlo Goldoni.

Dos familias vecinas en la ciudad de Livorno se preparan para ir de vacaciones de verano a Montenero, lugar en donde también son vecinos. Queda mucho por hacer: compras de última hora, preparativos para las fiestas nocturnas que tendrán lugar en las noches de verano y un vestido nuevo, a la última moda, que nunca llegará a aparecer… Leonardo (Antonio Lafuente) es un noble sin muchos recursos, hermano de Vittoria (Ana Mayo), con la que vive junto a su criado Paolo (Andrés Requejo), administrador con bastante más sensatez que sus amos de la poca riqueza que les queda. Leonardo está perdidamente enamorado de Jacinta (Macarena Sanz), de la que a su vez también está enamorado el joven Guillermo (Borja Luna).

 

DESVARIOS1

La necesidad de aparentar, de ser más que tu vecino (claro espejo de la sociedad contemporánea en la que vivimos) y de ir a la última moda porque sí son las ideas que Goldoni plasma en esta primera parte de su Trilogía del veraneo y que conectan sin duda con la manera de vivir que nos caracteriza hoy en día. Los conflictos que plantea Goldoni en Los desvaríos de veraneo son perfectamente reconocibles por el público de ahora. El egoísmo, las apariencias por encima de todo, los nuevos ricos y las necesidades que una sociedad consumista como la actual nos genera.

Los desvaríos del veraneo es el tercer montaje de la compañía Venezia Teatro, o por lo menos de los jóvenes miembros fundadores de la compañía, a los que vi por primera vez en La Hostería de la Posta (también de Carlo Goldoni), el trabajo de fin del tercer año en la RESAD de José Gómez que presentaron en el teatro Fernán Gómez. Tras el éxito de este primer montaje, presentaron La isla de los esclavos, de Pierre de Marivaux, pero creo que es con Goldoni con el que la compañía o, al menos, su director se encuentra más cómodo, un teatro basado en el actor, en la palabra y en la comunicación.

La escenografía con la que se encuentra el espectador al entrar en la sala no puede ser más sencilla y limpia: una amplia alfombra blanca, rectangular , en la que todos los personajes se encuentran sentados charlando y viendo la televisión. A los dos lados y por detrás de la alfombra, cajas, baúles, sillas, sillones y maletas, en los que los distintos personajes entran y salen de escena, aunque permanezcan siempre en el escenario observando lo que ocurre en la escena y, a veces, hasta interviniendo en ella interaccionando con los personajes en escena de distintas formas, aunque, en teoría, no se encuentren en ella. Hay dos micrófonos también a los dos lados en los que los personajes hacen sus “apartes” y hasta un par de números musicales, cantados por Macarena Sanz (“these boots are made for walking”, de Nancy Sinatra) y Ana Mayo, acompañadas por una guitarra y una melódica, respectivamente.

 

Los actores, tanto los fundadores de la compañía, como los “nuevos” en esta obra están todos muy bien dirigidos por José Gómez, con muchísima gracia y sentido coreográfico en las múltiples entradas y salidas, las canciones, … A Macarena Sanz ya la había visto anteriormente en Maribel y la extraña familia, y allí ya fue capaz de destacar a pesar de estar en la compañía de “pesos pesados” de la escena como Lucía Quintana, o las veteranísimas Alicia Hermida o Sonsoles Benedicto. Aquí sigue destacando su gracejo y vivacidad, la inteligente manera como manipula a unos y a otros según su conveniencia, consiguiendo que hagan lo que ella quiere en todo momento. A Kevin de la Rosa creo que no le había visto antes en ninguna obra de teatro, pero está perfecto en su papel de cotilla criticón correveidile “de oficio”. Y Andrés Requejo como el criado-administrador y una persona sensata en toda la función, tratando de crear algún tipo de orden sin que le dejen la inconsciencia de Vittoria y el afán de aparentar de Leonardo, aguantando el maltrato y hasta teniendo que poner de sus propios fondos para ayudar a ese par, está simplemente insuperable. A Helena Lanza la conocí por primera vez en Los cuatro de Düsseldorff de José Padilla en El Sol de York, en un papel que no tiene nada que ver con la discreta y dulce doncella que interpreta aquí. Juanma Navas, como el blando y sin carácter padre de Vittoria, y Vicente León, como el caballero amigo de las dos familias, son los más veteranos de la función y al primero se le ha podido ver muy recientemente en La verdad sospechosa de la cía nacional de Teatro Clásico. No estoy muy segura de haber visto a Vicente León, pero su elegancia me ha dejado con ganas de verle mucho más. Por último, los actores de la cía: Ana Mayo ya me encantó en La Hostería de la Posta y aquí está estupenda como la loca inconsciente y vanidosa por la moda con los ataques de envidia por no estar nunca a la altura de la apariencia de su vecina Jacinta. Y el hermano de Vittoria, Leonardo, interpretado por Antonio Lafuente, ha madurado muchísimo desde La hostería, y está también divertidísimo sobre todo en los “duelos” con su criado Paolo. Guillermo, rival de Leonardo por los amores de Jacinta, está interpretado por Borja Luna y, aunque no tiene mucho papel en esta obra, está presente tanto físicamente, pululando incluso por arriba del escenario, como en las conversaciones de los demás personajes.

El vestuario, obra de Sara Roma, como la escenografía, es una curiosa mezcla entre contemporáneo y algo anterior en la historia, aunque no exactamente de la época de Goldoni, que se refleja en los rebordes de colores de las chaquetas de los actores y en las (no sé muy bien como denominarlas) “mediofaldas”, de las actrices. En cualquier caso, tanto la escenografía como el vestuario reflejan bien la intemporalidad de los comportamientos humanos y así la cía Venezia Teatro nos muestra en esta obra, de una forma divertidísima, que los humanos, por desgracia, no hemos cambiado mucho en estos tres siglos en nuestra superficialidad y afán por aparentar.

La función se ha representado en la nave 2 del Matadero, con lleno total los dos días y merecería verse y disfrutarse por mucho más público, que se lo ha pasado pipa en las representaciones, como creo que se lo han pasado también los actores. Está claro que no hace falta ir al teatro como si fuera una ceremonia de severa intensidad para parar un momento y reflexionar sobre cómo nos comportamos. Espero que tenga mucha más vida más allá del Fringe.